Sounds of a distant time
Canciones de verano, bandas sonoras de una época, temazos que se apropian los anuncios… hay muchas maneras de asociar la música a cosas, a momentos, a personas.
Me gustaría hacer un post sobre muchas cosas, pero sigue siendo patente esa ecuación tan simple que relaciona proporcionalmente el tiempo que llevas sin postear con el palo que da hacerlo y la dificultad que hay en encontrar algo relatable que sobresalga por encima de la montaña de cosas relatables que han ido pasando. Así que he estado un marido de ratita (o un ratito que vendría a ser lo mismo) mirando por encima de la mesa hasta que me ha venido una idea moderadamente entrañable a la cabeza.
La Líder era un portento de persona. No sabe leer bien los planos para llegar a una calle concreta, y tiene un poco de mal ojo al calcular la comida que será necesaria cuando te invita a cenar a su Mansión, pero por lo demás era una tipa bastante envidiable. Se sacó la carrera de Farmacia en MENOS tiempo del mínimo, no del mínimo que tarda el ciudadano medio, si no el mínimo que dice el plan de estudios, eso es en menos de 5 años, hito que hasta el momento no ha cumplido nadie mas que conozca en esa facultad, y justamente son unos cuantos. Era alta, guapa y con tipazo. Simpática y echada pa lante. Un poco de morro, pero tampoco nada descarado ni exagerado. Un poco prepotente, pero disculpable en alguien que ha conseguido superar, a golpe de codos, a un hermano mayor brillante al que siempre ponían de referencia en su casa.
La Líder era una tía diez, y supongo que por eso nunca me acabó de caer bien. De hecho, ya me costó que empezara a caerme. Estuvimos trabajando juntas un par de años, algo más tal vez, cada domingo del año, y más días a la semana en verano. Al principio quizás no era todavía amor-odio, porque ya se sabe que los novatos son fácilmente impresionables, y que muchas veces la admiración puede disimular las taras de la gente, pero al ir ganando yo conocimientos del lugar, empezaron los roces, no aquellos que nos hubieran servido para ganar el Girls in Wet T-Shirts Contest of Alabama, si no roces de los que te acaban amargando las tardes de domingo en que optas por sacar a la luz algun comentario que deja claro tu superioridad ante el adversario y es recibido igual que un jubilado que trae las recetas de tres meses para que se las prepares justo cuando te estas comando el café de media mañana: no puedes decirle que no, pero le miras como si se lo dijeras.
Pero tal y como el roce rápido y momentáneo hace estallar la chispa de la enemistad, el roce a largo plazo hace el cariño. Y ahí estaba yo, entre una cosa y otra, cuando dejó el curro. Fue rápido, porque la Líder tenía muchos asuntos, y si los de la beca (porque tenía una beca en el departamento de Bioquímica) sabían que trabajaba en una farmacia los fines de semana, se la retiraban. Coincidió curiosamente en una época de reivindicaciones por exceso de cobertura de vacaciones, pero seguro que no nos dejó porque estaba harta de trabajar las navidades, el día de reyes y el día de la hispanidad, ni tampoco porque el jefe ya no la tratara como a una Líder.
El caso es que cuando la Líder todavía andaba por Villa Pastilla todavía escuchábamos música en cedés. No siempre, pero al final de la tarde, cuando en las radios volvían a repetir los varios que habían echado por la mañana, era el momento Cedé. Teníamos unos cuantos que habían puesto los jefes: el de Kenny G que yo planeaba destruir, el de música celta que tenía una canción que me hacía llorar, los villancicos de OT, y Ella siempre escogía el mismo, y las tardes de domingo en Villa Pastilla sonaban a Tracy Chapman, y siempre acabábamos discutiendo si era un tío o una tía.
Ahora el cedé está en mi mesa. No es que me lo regalase porque le contara que ella suena a Tracy Chapman. Tampoco era suyo. Es que lo robé hace unos cuantos días, cuando supe que iba a dejar mi farmacia de siempre porque me han ofrecido un horario mejor en la de la esquina de mi casa. Y me lo llevé, en lugar de bajármelo o sacar una copia, porque ya nadie lo escucha, porque desde que se fue la Líder estaba acumulando polvo, y las tardes de domingo en la farmacia sonaban a cadena cien, o en el mejor de los casos a kiss fm, con los temazos de los ochenta que suenan a tantas cosas que ya no pueden ser banda sonora de una cosa en concreto. Y ahora, con Tracy en mi mesa me acuerdo de los domingos por la tarde en Villa Pastilla, discutiendo el sexo de una tipa con voz de ángel que se acaba de despertar. Y parecía que nunca habría nada más allá de esa rebotica.