Emo
Esta foto es un auto homenaje. Si, han leído bien. En estos días en que el bloggismo parece haber llegado a una fase estacionaria, superado el boom inicial de los que se apuntan a un bombardeo, superado el boom posterior de los que decían que nunca tendrían un blog y al final sí, habituados a toda la espiral de autocomplacencia y bombismo que conlleva el tener un libro de comments, todavía se puede parecer más pedante que un/a bloggero/a cualquiera. Recuerden que tienen uds a una veterana al teclado.
Pero no solo homenajeo a la Out de hace algunos años, si no a todos los desdichados que alguna vez han pensado que eran especiales por sacarse fotos con cara de pena en un rincón de su alcoba. A todas esas góticas, a todos esos emos. A todo el mundo a quién el malditismo le ha hecho posible levantarse cada día. A todos los que gracias a una pose gastada y nada original han encontrado su lugar en el mundo.
Me he burlado no pocas veces de la gente que no querían ser del montón. Sobretodo porque todos ellos pertenecen al montón de gente que no quiere ser del montón. Y sobretodo porque yo también soy así a menudo y siempre me burlo de mis defectos para que parezca que no son tan graves. Pero casi todos necesitamos de vez en cuando pensar que somos distintos. El “abordaje” de este tema es quizás lo que más me gustó de A.I. No quiero entrar en la eterna polémica de si lo del final son robots o extraterrestres, porque todavía no la he vuelto a ver y a fin de cuentas me trae sin cuidado lo que sean: el final está de más. La peli tenía que terminarse cuando encuentran el hada azul, porque hasta ahí es un cuento jodidamente bello. Además, se pierde interés cuando Gigoló Joe deja de aparecer.
Me voy por las ramas. Decía que uno de los puntos de apoyo de A.I. es la obsesión del pequeño robot en aclarar que él es único, que es único y que es único. No es precisamente agradable el chasco que se lleva cuando descubre que a sus colegas los hacen como churros. La gente quiere sentirse única, especial. No es nada que vaya atado al egoísmo, a la soberbia o a la egolatría. Es una manera de afrontar la vida en un mundo tan enorme y vasto que si nos paramos a plantear sus límites nos quedamos por el camino. En los Increíbles la madre le dice al hijo que todos somos especiales, y él responde que eso es una manera bonita de decir que nadie lo es.
Somos todos pequeños y absurdos, como las motas de polvo que danzan con los rayos de sol que se cuelan por la persiana las mañanas de agosto. Y ahora que lo entiendo es cuando realmente me siento especial, porque hasta las motas de polvo son distintas entre sí. Si miramos con una lupa lo suficientemente grande. :)
Pero no solo homenajeo a la Out de hace algunos años, si no a todos los desdichados que alguna vez han pensado que eran especiales por sacarse fotos con cara de pena en un rincón de su alcoba. A todas esas góticas, a todos esos emos. A todo el mundo a quién el malditismo le ha hecho posible levantarse cada día. A todos los que gracias a una pose gastada y nada original han encontrado su lugar en el mundo.
Me he burlado no pocas veces de la gente que no querían ser del montón. Sobretodo porque todos ellos pertenecen al montón de gente que no quiere ser del montón. Y sobretodo porque yo también soy así a menudo y siempre me burlo de mis defectos para que parezca que no son tan graves. Pero casi todos necesitamos de vez en cuando pensar que somos distintos. El “abordaje” de este tema es quizás lo que más me gustó de A.I. No quiero entrar en la eterna polémica de si lo del final son robots o extraterrestres, porque todavía no la he vuelto a ver y a fin de cuentas me trae sin cuidado lo que sean: el final está de más. La peli tenía que terminarse cuando encuentran el hada azul, porque hasta ahí es un cuento jodidamente bello. Además, se pierde interés cuando Gigoló Joe deja de aparecer.
Me voy por las ramas. Decía que uno de los puntos de apoyo de A.I. es la obsesión del pequeño robot en aclarar que él es único, que es único y que es único. No es precisamente agradable el chasco que se lleva cuando descubre que a sus colegas los hacen como churros. La gente quiere sentirse única, especial. No es nada que vaya atado al egoísmo, a la soberbia o a la egolatría. Es una manera de afrontar la vida en un mundo tan enorme y vasto que si nos paramos a plantear sus límites nos quedamos por el camino. En los Increíbles la madre le dice al hijo que todos somos especiales, y él responde que eso es una manera bonita de decir que nadie lo es.
Somos todos pequeños y absurdos, como las motas de polvo que danzan con los rayos de sol que se cuelan por la persiana las mañanas de agosto. Y ahora que lo entiendo es cuando realmente me siento especial, porque hasta las motas de polvo son distintas entre sí. Si miramos con una lupa lo suficientemente grande. :)
8 comentarios:
Encontré hoy en medio de toda la vorágine de blogs y webs está espectacular revelación: "Las 8 Claves para Ser Feliz".
Increible y cierto !. Lotar O.
No se equivoque, Outcast. Usted es grande. Grandísima. Reciba un abrazo enorme.
Tones tiene razón.
Y son robots! ROBOTS!! Son el testimonio del fracaso de la humanidad y de todo lo que Joe dijo que sucedería.
Que bello, que cierto y que lucidez.
Como me gusta, en la mundano y en lo no.
Otro lugar común igual de vacuo es eso de que "cada persona es un mundo". Y sí, lo es. Ya se sabe, hay otros mundos, pero...
Qué post más bonito le ha quedado, por cierto.
¿Ser distinto a los demás? ¿Éso es todo? Pues menudo problema.
Lo realmente fastidiado es intentar ser igual, o al menos parecerlo.
Oye, pues yo soy especial. Me puedo rociar con orégano. Aunque realmente nunca lo he hecho. Ahora veo que no soy tan especial.
De todas formas, yo también he pasado y paso por etapas emo, y también de memo.
www.inercial.blogspot.com
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