Sólo de batería...
He llegado del curro bastante perra, así que me he dicho, venga, a reciclar, busca una de esos docs que tienes abandonadas, apaña un post rapidito, y te piras a la cama. Al final lo he remodelado del todo, pero bueno. Con ustedes, el esperado y chorromilveces prometido post sobre el primer día en el piso de estudiantes:
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La idea del piso era algo que flotaba en mi mente desde hace mucho, pero también lo es la idea de montar un grupo de rock, y de momento nunca he aprendido a tocar un instrumento. Cantar lo descarto ya, la última vez que intenté tararear una canción de Bowie se pensaron que estaba cantando el Cara al Sol.
La cosa fue así como de repente. Un viernes vi un anuncio de una habitación barata, llamé, fui a verlo, la gente del piso era maja y dije, vale, me quedo! Así de fácil*.
*No fue tan fácil porque mi padre no es muy amigo de las libertades de sus hijos. Hubo un cisma familiar, malas caras, llamadas eternas, chantajes emocionales y muchos muchos reproches. Pero el tiempo, ese gran aliado, lo pone todo en su lugar y mi padre vuelve a quererme y ya nos hacemos bromitas bestias sobre el tema. También es posible que se diera que cuenta que está demasiado pobre como para desheredarme, y entre catalanes, si no puedes desheredar a tus hijos, el resto de castigos son inútiles.
El relato de hoy cuenta el primer día de mi vida en el piso, mi brutal entrada por aquella puerta de mi nueva part-time-home.
Fue el lunes de la semana del puente (de diciembre). El viernes anterior había ido a tomar contacto con la población autóctona, y había sido positivo. Menos la Yessica, que era una chunga de cuidado, pero como era la inquilina que se piraba dejándome sitio a mí, poco me importaba. Eso pensaba yo...
Llegué el lunes, con mi maleta de ruedas, mi portátil de pija y mi mochila de jipi, jadeando tras haberme tragado el trayecto en cercanías, soñando en no volver a hacerlo tan a menudo. Me abrió una compi, Cris, crucé el pasillo y abrí la puerta de mi ya por entonces nueva rent-room.
No es que esperase que saliesen rayos de colores, pajaritos azules y notas musicales rebotando, pero realmente lo que vi era bastante poco esperable: la Yessica en bragas y camiseta de leopardo. Nos miramos, dije “Perdón” y cerré.
Me quedé plantada delante de la puerta.
Esperé. Suspiré. Seguí mirando la puerta, preguntándome porque le tenía que pedir perdón a una tipa que probablemente había estado durmiendo en una cama que en esos momentos YO ya estaba pagando.
Cris se acercó y preguntó que si había alguien, y cuando le respondí que la Yessica estaba ahí metida, empezó a maldecir. Salió la Yessica envuelta en una manta, berreando que no tenía qué ponerse, que entraba a currar a las ocho y eran las diez, que no recordaba mucho de ayer, que no tenía qué ponerse y que le dolía la cabeza. Cris le dijo que se pusiera la ropa del día anterior, y la Yessica levantó una pieza de ropa del suelo contestando, no puedo poneeeermeeelo, y nos lo enseñó, todo lleno de vómito humano, supuestamente suyo. Lo dejó de nuevo en el suelo y volvió a dar vueltas arriba y abajo con la manta gritando que no tenía qué ponerse. Cris la punzó un poco para que contara qué coño hacía durmiendo en el piso si ya se había pirado, y lo que es más importante, qué coño era la mancha del sofá, si había potado ahí también, y la otra dijo que no se acordaba, que le preguntásemos a Adela, que ella había bebido y no se acordaba de nada, que le dolía la cabeza y sobretodo, que no tenía qué ponerse, y de ahí no se la sacaba.
Tenía clase esa mañana, así que dejé mis cosas en el cuarto de Eli, que ya había salido esa mañana, y me fui a la uni dejando que la tormenta siguiera su curso.
A la hora de comer regresé, ya no había Yessica ni pantalones potados, pero si el sofá. Cris y Aída (la que faltaba por darle nombre) estaban cambiando la funda. Tiramos la vieja, y aprovecharon mi aparición para tirar cosas de una inquilina anterior a la Yessica, para tener mas sitio en los armarios. Yo me arremangué dispuesta a convertir el rincón de Yessi en un pequeño hogar con peluches de ranas, ahora que ella ya había desaparecido por completo, pero, qué grande mi sorpresa al ver que todavía quedaba algo de Yessi en el colchón. Una cosa es un colchón de espuma viejo, con la funda algo sucia, algo gastada, pero otra cosa es un colchón de espuma viejo, con la funda sucia, gastada y con manchas de vómito reciente y regla reseca.
Tampoco era una cosa muy exagerada porque a primera vista no me fijé. Lo había apoyado en la pared para limpiar el somier, y apareció Cris y pegó un grito: NO M’HO PUC CREUREE SERÁ PORRCAAAAAAAA (no me lo puedo creer, será cerda). Cris es un encanto, es una chica monina, de flequillo moderno y cinturita de barbie, grácil y graciosa, pero cuando abre la boca le sale el acento de la Catalunya central que es cualquier cosa menos delicado, resultando la combinación un cócktel de lo más divertido.
Limpié a conciencia los restos de Yessi, con KH7, lejía y fairy, y después de comer me fui al Ikea a comprar una funda nueva para el colchón, una almohada y galletas de jengibre. La visita al Ikea tuvo un final algo dramático, porque hay obras por los alrededores y pegué una vuelta de casi media hora por culpa de querer tomar un atajo y encontrar todas las calles valladas por la construcción de la “ciudad de la justicia”. Me pareció bastante injusto que no hayan hecho ni un mísero pasillo para cruzarla en lugar de tener que dar toda la jodida vuelta.
Por la noche, sequé el colchón con el secador de Cris (qué encanto de chica), hice la cama y terminé de colocar todas las cosas. Y dormí. Uuuf si dormí.
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Hoy también me voy a dormir, antes de que se me ocurra compadecerme por haber currado 14 horas en la farmacia. Oh, mierda, ya lo he hecho.
1 comentario:
"Limpié a conciencia los restos de Yessi" AaaaaaaaaaahhajAJAJAJAJAJAJajajj... Si no fue intencionada, la frase, si fue buena.
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