martes, octubre 25, 2005

Saben aquèl que diu....

Eugenio fue y será siempre un artista idolatrado en mi casa. Y en muchas casas, imagino.

Una de las cosas más bonitas de la convivencia con mucha gente muchos años, es que se forja una cultura interna, basada en las cosas que han vivido todos, esa complicidad de poder rememorar tanto anécdotas como desgracias sin tener que contarlas, ni siquiera mencionarlas, con una referencia nada más ya basta. Aún así de vez en cuando es el momento remember y empieza uno de esos interminables ratos de nostalgia en que se cuenta con todo lujo de detalles como pasó tal cosa en la que estabamos todos presentes, o qué hizo menganito en una aventura relatada trescientas veces, tanto por el protagonista como por los que ya se la saben de memoria y la han hecho suya.

El chiste estrella de cuando yo tenía cuatro años era el de El mono que ponía los cataplines dentro del vaso de whisky. Por si alguien ha vivido en Marte todo este tiempo y no lo sabe, lo cuento: Esto era un tío que iba un bar, pedía un vaso de whisky, y esto que aparecía un mono y le ponía los cataplines dentro del vaso de whisky. Y esto que, el tío, sorprendido le decía al barman que si sabía por qué el mono puso los cataplines dentro del vaso de whisky, y el otro le decía que no lo sabía. Y esto que luego le preguntaba a otro, y a otro, que por qué el mono puso los cataplines dentro del vaso de whisky, y nadie lo sabía, hasta que uno le dice que lo pregunte al pianista, que el mono era suyo. Y esto que iba hacia el pianista y le decía que si sabía por qué el mono había puesto los cataplines dentro del vaso de whisky, y el pianista le decía, ah, pues creo que no, pero igual si me la tararea...

Yo con cuatro años no sabía que eran los cataplines. Así iba. Eso no quitaba que a mí me diese una risa tremenda decir cataplines, que es una palabra estupenda de por sí, y más aún cuando pensaba que la gente reía por ello. Pero el caso es que yo, por algún esxtraño motivo, o bueno, por el motivo por el que todos los críos hacen y dicen cosas raras e inexplicables, al final del chiste, en lugar de decir lo de si me la tararea, que, a parte de la repetición hasta la saciedad de la palabra cataplines, es el qué del chiste, pues... pues yo decía, con mi acentazo, que superaba hasta el del propio Eugenio, y mi esfuerzo (logrado) por permanecer seria mientras lo contaba, completamente profesional, yo decía... PUES PORQUE LE HASIA GRASIA. Y me quedaba tan pancha. Y mis parientes, las panaderas, las carniceras, las vecinas, las mascotas de las vecinas, las del super, algunas piedras de la calle, y hasta las monjas del cole de mis hermanos se partían a mi costa.

Pasaron años hasta que supe como era el chiste de verdad.

Fue un golpe, señores.

sábado, octubre 22, 2005

Pinitos con el potochop

Qué pereza actualizar, leñe. Pero como me gustaría ofrecer, por lo menos, un post semanal, y nos acercamos al final de la semana (tengan en cuenta que los domingos no existen: 13 horas encerrada en una coctelera de drogas y potingues, en contacto con DaviTs no pueden contar ni si quiera como jornada laboral, simplemente no cuentan, yo los domingos soy otro ser, esclava del sistema y con la personalidad totalmente anulada), pues meto mano en el archivo histórico y les obsequio con esta horrible imagen de la primavera pasada. Entiendo que no es demasiado graciosa si no conoces a los individuos, pero me importa bien poco. Es mi blog y yo sí les conozco.


(* Cómo dice? / Máass, es decir, hazme tuya, sii)

Son profes de física, esa asignatura ladrillo que impide a muchos licenciarse cuando toca. A mí me lo impiden casi todas, pero eso son pajas de otro pajar (malpensaaados).

El señor es el Dr Lopez, un simpático abuelete que explica tal y como lo hacía cuando la Duquesa de Alba daba paseos en cochecito, y además, como el culo. La física es una ciencia bastante immutable, vale, pero me niego a creer que en cuarenta o cincuenta años que tiene que llevar este tipo enseñando no haya cambiado nada, porque es que las clases son dictados del tipo "Fuerza: dícese de la magnitud que midee...." Está bastante sordo, y los días que no llevaba el sonotone (sonetone? audífono?) eran un sinvivir. La gente que osaba preguntarle algo se metía en cachondeantes situaciones: o bien pasaba absolutamente de lo que le decían a media voz, o bien, si el interesado gritaba lo suficiente, se quitaba las gafas y empezaba a rastrear con la mirada la clase, diciendo "Com diiiiiiuuuuu?" (¿Cómo diceee?) hasta que alguien de primera fila repetía la pregunta. Tambíen es aficionado a las camisas peculiares.

La señora es la Dra Muñoz, una especie de combinación entre maniquí de La tienda de Lolín y carnicera de la Boqueria. Habla bastante mal la pobre, y tiene especial vicio en decir "ésdir" en lugar de "és a dir" ("es decir", posiblemente por traducir del castellano lo diga mal), cosa que a la octava vez por minuto que se lo escuchas, termina dando una risa del copón. Acostumbraba a ponernos fotos de los físicos famosos, para que "nos imaginaramos qué pinta tienen al estudiarlos" y también es responsable de patinadas como escribir Ketama en la pizarra en lugar de Katayama (un físico que hizo algo de la adsorción en superfícies).

Y la foto, bueno, yo es que tomé la de ella en clase sin ninguna mala intención. Pero al ver cómo había quedado, para aprovecharla, me vi en la obligación de buscar en la web de la uni una que casara bien. Y el Dr Lopez con su habitual sonrisa picarona ganó el concurso de candidatos.

Qué cría soy...

sábado, octubre 15, 2005

De vuelta.

Se me hace raro escribir de nuevo.

Al principio dejé de hacerlo porque me daba apuro hacer cosas que no fueran de la uni, sabiendo el mal aire que volvía a coger con la carrera, luego empezó a darme pereza, y luego fue directamente porque las cosas que sucedieron no eran en absoluto relatables o sucedían tantas que no tenía ocasión de parar quieta. Y al final fue porque perdí la práctica. He perdido la práctica con muchas cosas estos meses, la he cogido con otras claro, pero bueno, que esto no podía ser. He vuelto, poco a poco a mis andadas, y el blog no podía quedar aparte, claro.

Tengo que comentar, para ser fiel a la verdad cual sincera calimera, que este volver a las andadas ha sido, en gran parte, gracias a Alguien, y la inyección de energía intravenosa que me dispensó. Podría ahora aquí recrearme dos horas contando lo brillante, divertido, adorable, boquiabiertante o simplemente fascinante de su persona, y de cómo gracias a su existencia yo me veo ahora capaz de liderar una revolución mundial con un ejercito de ranas, pero es que ustedes ahora no tienen insulina a mano, y no quiero que les dé una subida pastelosa. A ustedes les basta con saber que estoy menos quejica, lo suficientemente centrada como para hacer deberes de física y actualizar, y que vuelvo a reírme otra vez incluso dentro de un vagón de cercanías repleto de quinquis y rumanas cantando, condiciones para atreverme a contar las mismas pajereces de antes haciendo como que son la hostia de interesantes.

Considerando que estoy menstruando del copón y me cuesta horrores no empezar a hablar de nubes que huelen, de gente que va por la calle saltando encima de los demás, y de pajaritos y marisopas gays, me disculparán si voy ya con una historia de esa fuente de anécdotas que es mi curro, esa nuestra Farmacia Amable.

El misterioso caso de Davit, con T.

Para que se entienda el transcurrir de la conversa que tuve con el señor Davit, hay que saber que en mi farmacia (en la que habitualmente trabajo los domingos, dia semanal del Friki), el programa de ordenador usado permite tener una base de datos con los clientes. Así, cuando viene una señora con sus recetas le dices, Qué tiene ficha señoooraaa...? Y ella te dice, Claro que si!!! que yo soy clienta desde que abrieron esta farmacia ya con los otros propietariooos. Y mientras le das las gracias por ser la clienta más fiel y más antiquisima del mundo mundial, entras en la ficha del ordenador y ahí buscas su CIP que es el numero de la tarjeta sanitaria, y así ella no tiene que sacarla del monedero (porque ya directamente no la lleva) y todos contentos. Hasta aquí es un ahorro de tiempo, pero siempre hay quién te dice que sí que tiene ficha pero no la tiene, o quién la tiene a nombre de otra persona pero no entiende que le pidas los apellidos de su marido para buscarla a ella, o mil chorradas más. Al grano. Aparte de la ficha en el ordenador, tenemos unos papelitos que nos trajeron recientemente, para que la gente firme con su conformidad a que tengamos esos datos, y que les prometemos no usarlo para buzoneos ni nada de eso. Como ya hacíamos las fichas antes de tener los papelitos, cuando nos los dieron, tuvimos que empezar a pedir a la gente que ya tenía ficha que nos los rellenaran, y cada día contábamos cincuenta veces la misma historia de la base de datos y el papeleo. Fue en uno de esos días de pedir firmitas que topé con DaviT.

Era un señor de edad media-alta, de esos delgaditos que empiezan a arrugarse, que van con bambas y las cosas en una bolsa del Alcampo. Me dio una receta, y como estaba impresa en ordenador y el nombre, Juan Valverde, se leía bien, busqué su ficha directamente. Es algo que se termina haciendo para ahorrar el rollo de sooooy la clienta estrella de esta farmacia como me preguntas si estoy fichaaaada. La encontré y ví que no decía que tuviera el papelito firmado, así que le conté el rollo y me dijo que vale. Se lo dí y empezó a firmar, J de Juan. Se quedó parado ahí y me miró. Le miré. Y me dijo, Ya me he equivocado otra vez!! Le miré algo sorprendida, porque con trece años, cuando cambias tu firma cada dos semanas, es normal equivocarte firmando, pero a su edad, tendría que tener una firma algo definida.

- Es que ya no me llamo Juan -me aclaró.
- Ah, vaya, se cambió usted el nombre...?
- Si. Ahora me llamo Davit con T.
- David Conté...?

Y de mientras escribió con redondilla, Davit Valverde.

- Ah, Davit con T, vaya -empecé a flipar ligeramente. Pero en su receta dice Juan.
- Ay, es que hace poco y aún no me lo han cambiado en todos los sitios.
- Claro...
- Es que tuve que cambiarmelo por fuerza... La gente me llamaba cosas.
- Cosas...?
- Sí, cosas, de todo menos Juan, y la verdad es que me enfadaba mucho -puso cara de enfado auténtica- Y es que... es que... les tenía que decir, no me llames esto porque me enfado y te voy a pegar un mamporro en todas las narices.

Me moría de ganas de preguntar qué cosas, pero me dió miedo que mí también me quisiera dar un mamporro y me callé.

- Así que ahora me he cambiado el nombre. También fue por aclarar una cosa de una factura, que me llegó a casa, de un teléfono, y que no era mío, y yo no voy a pagar algo que no es mío, así que ahora ya no me relacionarán con eso.
- Claro, es un buen sistema, sisi...
- Si. Así que en la ficha ponme Davit con T.

Cogió sus medicamentos, se largó y yo me quedé con las ganas de saber: a) porqué Davit con T? b) si la gente que le llamaba cosas no continuaría llamandole esas cosas? o algunas de peores, a partir de lo de DaviT. En su ficha, por si acaso, puse Juan / DaviT y una nota informativa diciendo que antes se llamaba Juan pero que ahora se llamaba DaviT y que si la gente le llamaba cosas se enfadaba.