sábado, octubre 15, 2005

De vuelta.

Se me hace raro escribir de nuevo.

Al principio dejé de hacerlo porque me daba apuro hacer cosas que no fueran de la uni, sabiendo el mal aire que volvía a coger con la carrera, luego empezó a darme pereza, y luego fue directamente porque las cosas que sucedieron no eran en absoluto relatables o sucedían tantas que no tenía ocasión de parar quieta. Y al final fue porque perdí la práctica. He perdido la práctica con muchas cosas estos meses, la he cogido con otras claro, pero bueno, que esto no podía ser. He vuelto, poco a poco a mis andadas, y el blog no podía quedar aparte, claro.

Tengo que comentar, para ser fiel a la verdad cual sincera calimera, que este volver a las andadas ha sido, en gran parte, gracias a Alguien, y la inyección de energía intravenosa que me dispensó. Podría ahora aquí recrearme dos horas contando lo brillante, divertido, adorable, boquiabiertante o simplemente fascinante de su persona, y de cómo gracias a su existencia yo me veo ahora capaz de liderar una revolución mundial con un ejercito de ranas, pero es que ustedes ahora no tienen insulina a mano, y no quiero que les dé una subida pastelosa. A ustedes les basta con saber que estoy menos quejica, lo suficientemente centrada como para hacer deberes de física y actualizar, y que vuelvo a reírme otra vez incluso dentro de un vagón de cercanías repleto de quinquis y rumanas cantando, condiciones para atreverme a contar las mismas pajereces de antes haciendo como que son la hostia de interesantes.

Considerando que estoy menstruando del copón y me cuesta horrores no empezar a hablar de nubes que huelen, de gente que va por la calle saltando encima de los demás, y de pajaritos y marisopas gays, me disculparán si voy ya con una historia de esa fuente de anécdotas que es mi curro, esa nuestra Farmacia Amable.

El misterioso caso de Davit, con T.

Para que se entienda el transcurrir de la conversa que tuve con el señor Davit, hay que saber que en mi farmacia (en la que habitualmente trabajo los domingos, dia semanal del Friki), el programa de ordenador usado permite tener una base de datos con los clientes. Así, cuando viene una señora con sus recetas le dices, Qué tiene ficha señoooraaa...? Y ella te dice, Claro que si!!! que yo soy clienta desde que abrieron esta farmacia ya con los otros propietariooos. Y mientras le das las gracias por ser la clienta más fiel y más antiquisima del mundo mundial, entras en la ficha del ordenador y ahí buscas su CIP que es el numero de la tarjeta sanitaria, y así ella no tiene que sacarla del monedero (porque ya directamente no la lleva) y todos contentos. Hasta aquí es un ahorro de tiempo, pero siempre hay quién te dice que sí que tiene ficha pero no la tiene, o quién la tiene a nombre de otra persona pero no entiende que le pidas los apellidos de su marido para buscarla a ella, o mil chorradas más. Al grano. Aparte de la ficha en el ordenador, tenemos unos papelitos que nos trajeron recientemente, para que la gente firme con su conformidad a que tengamos esos datos, y que les prometemos no usarlo para buzoneos ni nada de eso. Como ya hacíamos las fichas antes de tener los papelitos, cuando nos los dieron, tuvimos que empezar a pedir a la gente que ya tenía ficha que nos los rellenaran, y cada día contábamos cincuenta veces la misma historia de la base de datos y el papeleo. Fue en uno de esos días de pedir firmitas que topé con DaviT.

Era un señor de edad media-alta, de esos delgaditos que empiezan a arrugarse, que van con bambas y las cosas en una bolsa del Alcampo. Me dio una receta, y como estaba impresa en ordenador y el nombre, Juan Valverde, se leía bien, busqué su ficha directamente. Es algo que se termina haciendo para ahorrar el rollo de sooooy la clienta estrella de esta farmacia como me preguntas si estoy fichaaaada. La encontré y ví que no decía que tuviera el papelito firmado, así que le conté el rollo y me dijo que vale. Se lo dí y empezó a firmar, J de Juan. Se quedó parado ahí y me miró. Le miré. Y me dijo, Ya me he equivocado otra vez!! Le miré algo sorprendida, porque con trece años, cuando cambias tu firma cada dos semanas, es normal equivocarte firmando, pero a su edad, tendría que tener una firma algo definida.

- Es que ya no me llamo Juan -me aclaró.
- Ah, vaya, se cambió usted el nombre...?
- Si. Ahora me llamo Davit con T.
- David Conté...?

Y de mientras escribió con redondilla, Davit Valverde.

- Ah, Davit con T, vaya -empecé a flipar ligeramente. Pero en su receta dice Juan.
- Ay, es que hace poco y aún no me lo han cambiado en todos los sitios.
- Claro...
- Es que tuve que cambiarmelo por fuerza... La gente me llamaba cosas.
- Cosas...?
- Sí, cosas, de todo menos Juan, y la verdad es que me enfadaba mucho -puso cara de enfado auténtica- Y es que... es que... les tenía que decir, no me llames esto porque me enfado y te voy a pegar un mamporro en todas las narices.

Me moría de ganas de preguntar qué cosas, pero me dió miedo que mí también me quisiera dar un mamporro y me callé.

- Así que ahora me he cambiado el nombre. También fue por aclarar una cosa de una factura, que me llegó a casa, de un teléfono, y que no era mío, y yo no voy a pagar algo que no es mío, así que ahora ya no me relacionarán con eso.
- Claro, es un buen sistema, sisi...
- Si. Así que en la ficha ponme Davit con T.

Cogió sus medicamentos, se largó y yo me quedé con las ganas de saber: a) porqué Davit con T? b) si la gente que le llamaba cosas no continuaría llamandole esas cosas? o algunas de peores, a partir de lo de DaviT. En su ficha, por si acaso, puse Juan / DaviT y una nota informativa diciendo que antes se llamaba Juan pero que ahora se llamaba DaviT y que si la gente le llamaba cosas se enfadaba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"En su ficha, por si acaso, puse Juan / DaviT y una nota informativa diciendo que antes se llamaba Juan pero que ahora se llamaba DaviT y que si la gente le llamaba cosas se enfadaba"

JUASJUASJUASJUAS

Subestimamos a nuestra clase pensionista. Está claro que son una fuente de ingenio y sagacidad inagotables.

No volveré a mirar del mismo modo a ese ejército de señores arrugados que pululan por ahí con misteriosas bolsas de hipermercado. Apuesto a que se reconocen entre ellos y tienen un PLAN.

Anónimo dijo...

Arf. Al fin la encuentro. Usted siga, siga escribiendo, que ya me iré poniendo al día.
Y, por supuesto, tenga cuidado ahí fuera.
Ingram.